jueves, 14 de octubre de 2010

Pequeños viajes


Hoy no voy a hablar de aquellos viajes en donde me traslado físicamente de un lugar hacia otro, sino de aquellos viajes cortos que realizo al interior de mi mente con el fin de dejar de pensar en las cosas cotidianas que me preocupan y llegar a ese estado mental al que llamo olvido.

Comienzo mi día por la mañana y me dirijo al baño para ducharme, allí comienza mi primer viaje. Ese contacto que hacen las gotas frías, tibias o calientes con mi cuerpo otorga una sensación de placer y produce que mi mente viaje a otro lugar y se olvide que me encuentro duchándome para ir al trabajo.

Salgo de mi casa y me pongo los audífonos de mi mp3 para escuchar canciones de Fito Paez. Mi mente le da órdenes a mi cuerpo diciéndole que tengo que caminar hacia el paradero para tomar el bus, pero al mismo tiempo la música me hace viajar a un mundo imaginario o también me hace recordar sucesos del pasado, todo esto sucede en un par de minutos hasta que veo el bus y me doy cuenta que tengo que subirme para ir a trabajar.

Subo al micro y abro un libro para distraerme un poco de la vida cotidiana limeña: de la bulla de los claxon, de la voz de los cobradores de bus, de los vendedores ambulantes, de la música que pone el chofer, aunque por momentos le pongo atención, pero luego retomo la lectura y viajo a lugares descritos por el autor o sino por lugares creados por mi imaginación y de los viajes que me gustaría crear a través de la escritura.

Termino de trabajar y regreso a mi casa; prendo la computadora y viajo a otros lugares del mundo a través de las noticias que leo, luego comienzo a jugar counter-strike y mi mente se olvida que estoy en el mundo real y termina confundiéndose con el mundo virtual: me olvido de quien soy, de cómo me llamo, de qué tengo que hacer y de para qué existo y solo pienso en cómo debería de disparar headshots a todos mis enemigos. Este pequeño viaje dura alrededor de una hora y media y al cabo de este tiempo comienzo a recordar aquellas cosas que me mantenían preocupado todo el día y me doy cuenta que mi vida cotidiana tiene que seguir.

Subo a mi cuarto y en cuestión de segundos me quedo dormido sin saber el instante preciso en el que me desmayé y comienzo a viajar a través de aquellos pensamientos que no puedo controlar yo mismo y estos se entremezclan y crean una cosa rara pero que termina siendo una historia, ya que tiene un principio y un fin. Finalmente, me levanto y me doy cuenta que no había ido a otro lugar sino que me había quedado en mi cama haciendo un largo viaje interior por el cual no quería despertar.

Yo pensé que me había trasladado físicamente a otro lugar, pero me di cuenta que solo era mi mente la que tenía ganas de viajar a otro lugar ya que estaba cansada de la rutina diaria. Como dice Fito Paez en una canción: “… pero me escapé hacia otra ciudad y no sirvió de nada porque todo el tiempo estaba yo en un mismo lugar…”

¿Quién dijo que no podemos viajar aunque nos encontremos atrapados en la rutina? O viceversa: Podemos estar en otro lugar pero nuestra mente sigue en el mismo lugar que estuvimos anteriormente.