viernes, 22 de abril de 2016

El chicharrón de Alfredo Barnechea

Título: El chicharrón de Alfredo Barnechea

Personajes:
-Alfredo Barnechea
-Vendedor

Obra en un solo acto y escena única (ficción).


Escena única

Alfredo Barnechea camina por la calle y un vendedor se le acerca ofreciéndole chicharrones.

AB: No como chicharrones, soy vegetariano.
V: Pero cómo es eso posible, señor, si usted está a favor de la matanza de toros.
AB: Y eso qué tiene que ver con que no pueda ser vegetariano. ¿Acaso no conoce gente antitaurina que come animales? ¿Usted sabe en qué medida yo me diferencio de ellos?
V: No.
AB: Parecerá lo mismo pero creo tener mejores argumentos, ya que ellos consideran que la matanza de toros en un espectáculo no puede considerarse como arte, sino como asesinato, un acto inmoral…
V: Tienen razón.
AB: Pero déjeme terminar, sino no va a entender lo que defiendo.
V: Prosiga.
AB: El tema es el siguiente. Ellos no justifican la matanza de un animal si el propósito no está vinculado con el instinto de supervivencia, la alimentación, lo que para mí, en otras palabras, es satisfacer sus apetitos elementales, los inferiores, los más bajos. Qué argumento tan mezquino para justificar sus propósitos. ¡Y yo pensé que nuestra especie había evolucionado! ¿Usted cree que el ser humano, es solo ser humano en cuanto existe? ¿Cree que eso nos diferencia del resto de los animales?

El vendedor no sabe qué responder.

AB: Lo que nos diferencia de ellos es que el ser humano existe para trascender, busca un motivo superior para justificar su existencia. Lo otro sería mantenernos en un estado animal, que es lo mismo que estar muertos en vida. Y no podemos justificar la muerte de un animal por un motivo insignificante, eso sería negar nuestra evolución: la superioridad de nuestra especie frente a las demás. Por eso, yo creo que aquí el arte juega un papel importante, le da significado, va más allá del bien y del mal, incluso le otorga un carácter mágico, ritualista. ¡Qué hermoso es ver ese espectáculo! Debería de acompañarme y se dará cuenta de que no estoy equivocado.
V: Me ha convencido, señor Barnechea. Usted tiene mi voto. Me saco el sombrero por la forma en que ha defendido su posición.
AB: ¡Espere!

El vendedor se queda pasmado por su respuesta.


AB: Acepto no comer chicharrones, pero por favor, ni se le ocurra sacarse su sombrero y obsequiármelo, que eso sí que me va a restar votos.


Fin



Eyan