-¿Y qué pensaste en ese momento?
-Decepción, Tito, decepción. Yo pensé que era distinta pero
terminó siendo igual que las demás. La vida le puso una prueba y… yo no sería
capaz de hacer eso, tú me conoces, Tito.
-¿Y qué otra cosa pensaste?
-Sonará extraño pero en ese momento pensé en otra chica.
-En quién.
-Una chica que había conocido en la meditación… es extraño
que te cuente esto, porque en esa época ella tenía diecinueve años. Le llevaba
seis años de diferencia.
-Una jovencita.
-Pero no cualquier jovencita, Tito, no, ella era distinta. Era
como si su cuerpo no encajara con su edad, con su carácter, como si hubiese
vivido antes de nacer. Nadie va sola a su edad.
Tito se quedó en silencio. Algo le había interrumpido, una
idea comenzó a rondar por su cabeza.
-Recuerdo que ella se retiraba inmediatamente al terminar
las conferencias. No había manera de retenerla –le dijo Jacob.
Tito seguía absorto en sus pensamientos:
Así
son esas almas, sí… así son.
-Una vez los profesores de meditación organizaron un paseo
a Chosica. Ella también fue. Ese día todos los del grupo nos dirigimos al
paradero para tomar un bus que nos llevaría hasta el cruce de la Av. Wilson y
Paseo Colón, allí teníamos que subir a otro bus para dirigirnos a Chosica. Cuando
entramos al segundo bus me senté en la última fila. Ella había hecho lo mismo.
Es
uno de los nuestros… sí, es uno de los nuestros.
Jacob sintió que estaba siendo cuestionado por Tito. Su
silencio le incomodaba.
-Tito, si ella no hubiera ido yo me habría sentado en el
mismo lugar. Tú sabes a qué me refiero.
-Yo nunca dudaría de eso, muchacho, te conozco. Cuénteme lo
que ocurrió después.
Jacob se sintió más tranquilo por su respuesta, pero sabía
que Tito era un ser de varias capas de profundidad. No era momento para hablar
de esos temas.
-Lo que ocurrió después fue que en el transcurso del viaje
ella se puso a escuchar música, pero solo se colocó un audífono.
-Dejaba la posibilidad para conversar.
-No me había puesto a pensar en eso, pero sí, era una
posibilidad. En fin, luego le pregunté cuál era el tipo de música que le
gustaba. Me dijo que la música experimental. Me dio uno de sus audífonos y nos
pusimos a escuchar por unos minutos.
-¿Qué te pareció?
-Muy extraña. No podía decir que me disgustó porque era
extraña, inalcanzable, fuera de mi entendimiento, como ella misma, un enigma
como…
Quiso referirse a un personaje de una novela, de Alejandra
de Sobre Héroes y Tumbas. No
obstante, sabía que ese ejemplo llevaría la conversación a otra parte. No era
preciso comparar un personaje con una persona real, las diferencias eran
mayores que una mera coincidencia en el carácter.
-…como el tema de su edad y la relación con sus
gustos. Vuelvo a decir, su forma de ser no era acorde con su edad, porque hay
personas mayores que demuestran lo contrario –se detuvo al decir esto, volvió a
sentir la misma herida.
-Como la que te decepcionó.
-Con ella prefiero decir que no fue por ese motivo. Yo
diría que en las personas existe ese “algo más” que las define, o, mejor dicho,
que las diferencia, pero no sé Tito. Creo que ella, en el fondo, nunca lo tuvo.
-¿Y por qué te saliste de la meditación? Habrías vuelto a
ver a esta otra chica.
-Ella no iba tan seguido, y yo me salí por cuestiones
personales. Sentí que no encajaba, no me sentía del todo cómodo, algo me
impidió unirme, era como si yo fuese alguien que pudiera contaminar la pureza
de espíritu de la organización. Pensé que podía pertenecer a un grupo; sin
embargo, Tito, yo me conozco, siempre termino solo.
Como
Tuan Jim… sí, como él.
-¿Y qué ocurrió con ella? -le preguntó Tito.
-La vi en una de esas últimas reuniones de meditación. La noté
que estaba más delgada. Lo mismo me había ocurrido en ese entonces.
-Uno de esos experimentos que hiciste con tu alimentación.
-Así es –sonrió-, pero lo curioso fue que lo experimentamos
en el mismo periodo de tiempo, sin vernos, como la sincronía de los relojes. Si
así fuese el amor, Tito, ¿no crees que no existirían los celos? El amor como
sincronía, o magnetismo, no como dominio.
-Pero dejaste de ir a ese grupo.
-No podría hacer las cosas si solo fuese por ella, estaría
renunciando a mi individualidad, yo sé que ella odiaría eso de mí.
-¿No la volviste a ver?
-No, nunca más, no sé si continúa con la meditación, traté
de localizarla en el internet pero no dejó ningún rastro.
Es una romántica…sí, una romántica.
Eyan