domingo, 31 de mayo de 2015

No sé si estoy despierto o dormido

Es tiempo de decirte adiós,
como cuando caen las hojas en otoño
después de un verano inolvidable.

Los recuerdos se hacen cada vez más lejanos,
antes eras instante y eternidad,
luego te convertiste en segundos, minutos, horas y días,
ahora eres olvido que regresas de manera impredecible,
cuando se te da la gana,
especialmente en esos momentos vacíos,
de silencios ininterrumpidos,
emerges como las burbujas de agua caliente
del fondo del océano,
un instante que enloquece pero que desaparece al mismo tiempo.

Estoy más tranquilo,
desapareces involuntariamente,
ya no pongo todo mi esfuerzo para olvidarte,
simplemente me distraigo,
creo que ya te olvidé
y he vuelto a ser el mismo.
Los días son normales,
las preocupaciones cambian:
¿Dónde puedo conseguir una deliciosa taza de café?
¿Qué voy a almorzar hoy?
¿Qué será de mi vida?
¿Hacia dónde voy?

Eso es bueno, me concentro en mí,
te dispersas como polvo de estrellas,
no te veo, pero sigues allí, en mí.

Pensé que te había olvidado,
sí, yo creo que estoy en lo cierto,
mas cuando duermo...
¡sueño lo que olvido despierto!
y vivo lo que siempre quise soñar:
estar contigo.

Pensé que te había olvidado,
yo creo que sí,
pero todavía te sueño,
los sucesos se vuelven más sentidos que en la realidad,
te miro y me sonríes: sonreímos,
copiamos nuestros gestos,
nos robamos el uno al otro,
te siento más cuando sueño contigo:
despierto asustado, llorando, arrepentido y molesto
porque pensé que te había olvidado.
No es bueno despertarse con la alarma del corazón abierto.

¿Qué son los sueños?
¿Acaso no es la nada?
¿La no acción?
¿La fantasía y la imaginación?
No lo sé,
pero te siento tan real que pensé que te había olvidado,
no sé si estoy despierto o dormido,
mas yo le hago caso a mis sueños,
mis sentimientos dormidos,
porque cuando duermo estoy ausente,
y es el único momento donde mi ausencia
y tu ausencia se juntan por siempre,
un segundo que se hace eterno.

¿Por qué no te olvido en mis sueños?
¿Es necesario utilizar mi voluntad por estos rincones?
¿Cambiar mis sueños, eliminarte?
¿Acaso no puedo soñar/vivir en paz?
¿Por qué te extraño y te sigo amando en mis sueños?
¿Por qué no puedo ser libre en mis profundidades, en mi inconsciente?
¿El único lugar que me pertenece?

Sé que uno se enamora de manera involuntaria,
uno recuerda la primera vez que ocurrió,
es insustituible, imborrable, irrepetible, sólo pasa una vez,
pero,
¿acaso no me puedo desenamorar de la misma manera?
¿Cuántas veces tengo que decir que será la última vez?
¿Existe la última vez?
Para mí eres infinitas veces últimas veces,
porque me abre la posibilidad de recordarte para siempre.

Lo afirmo con dolor y desesperación
porque es un camino que será imposible de sostener,
como llorar sin que brote alguna lágrima.
Lo peor de todo es que es una batalla
donde lucho solo, conmigo mismo,
una guerra que se me va de las manos,
un partido que pierdo de antemano
porque tu presencia no es necesaria,
tu ausencia es más fuerte.

Eyan

viernes, 15 de mayo de 2015

En búsqueda de nuestro centro

No somos como las plantas que nacen de una semilla y se aferran a sus raíces. El ser humano no tiene una raíz física, tal vez algún día la tuvo pero fue efímera: el vientre de nuestra madre, luego que el cordón umbilical fue cortado, la raíz desapareció y la vida nos dio la libertad de buscar y encontrar nuestra raíz, una raíz invisible: el centro de nuestro mundo.

Hasta la primera mitad del milenio pasado, el ser humano creyó que el planeta Tierra era el centro del universo, esta visión produjo un empoderamiento sobre su identidad, aunque, paradójicamente, hubo un estancamiento en el desarrollo de las técnicas. El ser humano no necesitó ir en busca del más allá porque éste era el aquí y el allá, el centro del universo. En la segunda mitad, el sol sustituyó al planeta y se convirtió en el centro del universo, el ser humano fue en búsqueda de lo desconocido, el misterio se convirtió en una búsqueda atractiva, como una manera de conocerse a sí mismo a través de lo extraño. Luego, le siguieron otras galaxias, el centro dejó de serlo para convertirse en otros centros, o en sin centros, ahora el misterio sigue en órbita, los espacios se han vuelto más confusos, el caos reina y el descubrir nuevos conocimientos se nos presenta como una limitación que agobia nuestra existencia, es la barrera del tiempo que nos  imposibilita conocerlo todo.

¿Ocurrirá lo mismo con nuestra vida?

Cuando nacemos, el centro de la vida son nuestros padres, la vida se construye desde la omnipresencia de ellos, el niño solo es una parte de la totalidad de sus padres, luego el centro se amplía y ellos dejan de serlo: vienen los hermanos, los parientes más lejanos, la familia se entreteje como una telaraña, el niño se ve a sí mismo a través de ellos, posteriormente, él entra a la escuela y cambiamos de órbita: aparecen los amigos, el juego, el descubrirse haciendo, el centro una vez más cambia de lugar, acaba la escuela y viene la universidad y los amigos de vocación, llega el trabajo pero hay un paréntesis (¿enamorarse?) si uno lo quiere así, lo mismo que los hijos y, finalmente, la muerte se nos presenta como el centro, nuestra mayor preocupación. Es así que vamos cambiando de centros, pero nunca dejamos de tenerlos,  nuestro camino de vida se convierte en esa búsqueda de centros.  

¿Qué es el centro?

Según la DRAE, el centro es el “lugar de donde parten o a donde convergen acciones particulares coordenadas”, “punto de una figura u objeto, tal que cualquier recta que por él pase ha de encontrar a ambos lados y a la misma distancia puntos correspondientes”. Para mí, el centro es la referencia que hace que nuestra vida gire en torno a un punto, a una energía, persona, dios, etc. En muchos momentos de nuestra vida podemos sentirnos perdimos, como si estuviésemos dando vueltas a cada rato; sin embargo, si nos ponemos a pensar bien, este dar vueltas nos refleja una cosa: que el centro no se ha perdido, está presente, se mantiene allí, sea beneficioso o perjudicial (algo, alguien, algún). ¿Por qué buscamos el centro? Porque nos da referencia, nos da sentido a nuestras vidas, porque es la raíz invisible que nos mantiene vivos, nos permite voltear la cabeza de vez en cuando, cambiar de decisión, dar marcha atrás, ¿es necesario el centro en nuestras vidas? Así parece, así nos lo dice la historia, con esto quiero introducir otro término para complejizar la visión: el equilibrio. ¿Qué es el equilibrio? ¿Es un centro imaginario? ¿Es un centro sin centro? ¿O un centro que se da como resultado por distintas fuerzas contrarias o equivalentes? ¿Qué ocurre cuando el centro deja de ser uno mismo? ¿Desaparece? ¿Nos perdemos? ¿O somos energía difusa? ¿Qué hay de aquellos que no encuentran el centro y se van por la tangente y los extremos? El centro pierde su fuerza, se estira más allá de lo permitido, fallece. Concentrarse significa centrar nuestra atención, allí reside nuestra verdadera felicidad, no hay persona que experimente la felicidad cuando está distraída. ¿Por qué el centro tiene una connotación negativa? En política, muchos critican a los que están en el medio, ¿es una actitud cobarde? ¿Realmente alguien puede estar en el medio? ¿O el medio se crea naturalmente por efecto de las dos fuerzas extremas? Es decir, siendo extremistas, sin querer queriendo, llegamos al término medio, ese término que nadie quiere llegar voluntariamente, como la organización de los países nórdicos.

El centro fue el vientre de mi madre, el cordón umbilical, luego vino mi padre, mis hermanos, mis primos y mis tíos, mis amigos del colegio, de deporte, de ocio y de vocación. La universidad, el trabajo, el amor y el reconocimiento. ¿Qué es éste último? ¿No es el anhelo de ser el centro de atención? Esto es mal visto por las personas; no obstante, ¿la sociedad necesita un centro? Las ciudades sudamericanas se han caracterizado por tener un centro, lo que conocemos como plaza de armas, lugar de concurrencia, lugar de encuentro que permitió albergar a todos, ese es la característica del centro, converge, ¿lo público no representa el centro? (en teoría), aunque sabemos que por factores sociales no todas las clases sociales estuvieron en ese lugar, pero seguro que se las ingeniaron, tal vez se reunieron en otra plaza, una quinta, un bar o un teatro. En el hogar también tenemos nuestro centro, la sala o el comedor, o si se es antisocial, nuestra habitación. ¿Cuál es el centro en la actualidad? ¿No es acaso el Facebook? O si queremos ampliar el centro, sería el Internet o el ciberespacio. Las tribus y las sociedades más complejas también han tenido como centro a personas, llámese anciano, sabio, líderes, presidentes, pensadores, etc. 

Extrapolo el caso del universo, si en la actualidad no sabemos cuál es el centro del universo –y parece que no existe, aunque en la ciencia todo es provisional- lo mismo ocurriría en nuestro mundo actual. ¿Hemos dejado de tener un centro? ¿Una referencia? ¿Qué, quién y cuál nos centra? Parece que ya no existe, ¿Será positivo o negativo? Luego de esta tradición centrista parecería que las noticias son negativas, todo se diluye, es más difícil buscar esa estabilidad en un mundo que se nos presenta desordenado, cambiante y acelerado; no obstante, les traigo un poco de esperanza. La búsqueda del centro, o ser el centro mismo, por otro lado, ¿no nos ha traído demasiados problemas? Las guerras, desde la antigüedad hasta las actuales, ¿no son un reflejo de que un grupo de personas, naciones, empresas, entre otros, han querido ser el centro de los demás y del mundo? ¿Estamos preparados para vivir sin un centro? ¿O es necesario a pesar de las barbaridades? La ciencia dice una cosa y la tradición otra. 

Eyan