No somos como las plantas
que nacen de una semilla y se aferran a sus raíces. El ser humano no
tiene una raíz física, tal vez algún día la tuvo pero fue efímera: el vientre
de nuestra madre, luego que el cordón umbilical fue cortado, la raíz
desapareció y la vida nos dio la libertad de buscar y encontrar nuestra raíz, una
raíz invisible: el centro de nuestro mundo.
Hasta la primera mitad del
milenio pasado, el ser humano creyó que el planeta Tierra era el centro del
universo, esta visión produjo un empoderamiento sobre su identidad, aunque,
paradójicamente, hubo un estancamiento en el desarrollo de las técnicas. El ser
humano no necesitó ir en busca del más allá porque éste era el aquí y el allá,
el centro del universo. En la segunda mitad, el sol sustituyó al planeta y se
convirtió en el centro del universo, el ser humano fue en búsqueda de lo
desconocido, el misterio se convirtió en una búsqueda atractiva, como una
manera de conocerse a sí mismo a través de lo extraño. Luego, le siguieron
otras galaxias, el centro dejó de serlo para convertirse en otros centros, o en
sin centros, ahora el misterio sigue en órbita, los espacios se han vuelto más
confusos, el caos reina y el descubrir nuevos conocimientos se nos presenta
como una limitación que agobia nuestra existencia, es la barrera del tiempo que
nos imposibilita conocerlo todo.
¿Ocurrirá lo mismo con
nuestra vida?
Cuando nacemos, el centro de
la vida son nuestros padres, la vida se construye desde la omnipresencia de
ellos, el niño solo es una parte de la totalidad de sus padres, luego el centro
se amplía y ellos dejan de serlo: vienen los hermanos, los parientes más
lejanos, la familia se entreteje como una telaraña, el niño se ve a sí mismo a
través de ellos, posteriormente, él entra a la escuela y cambiamos de órbita:
aparecen los amigos, el juego, el descubrirse haciendo, el centro una vez más
cambia de lugar, acaba la escuela y viene la universidad y los amigos de
vocación, llega el trabajo pero hay un paréntesis (¿enamorarse?) si uno lo
quiere así, lo mismo que los hijos y, finalmente, la muerte se nos presenta
como el centro, nuestra mayor preocupación. Es así que vamos cambiando de
centros, pero nunca dejamos de tenerlos, nuestro camino de vida se convierte en esa
búsqueda de centros.
¿Qué es el centro?
Según la DRAE, el centro es
el “lugar de donde parten o
a donde convergen acciones particulares coordenadas”, “punto de una
figura u objeto, tal que cualquier recta que por él pase ha de encontrar a
ambos lados y a la misma distancia puntos correspondientes”. Para mí, el centro
es la referencia que hace que nuestra vida gire en torno a un punto, a una
energía, persona, dios, etc. En muchos momentos de nuestra vida podemos
sentirnos perdimos, como si estuviésemos dando vueltas a cada rato; sin
embargo, si nos ponemos a pensar bien, este dar vueltas nos refleja una cosa: que
el centro no se ha perdido, está presente, se mantiene allí, sea beneficioso o
perjudicial (algo, alguien, algún). ¿Por qué buscamos el centro? Porque nos da
referencia, nos da sentido a nuestras vidas, porque es la raíz invisible que
nos mantiene vivos, nos permite voltear la cabeza de vez en cuando, cambiar de
decisión, dar marcha atrás, ¿es necesario el centro en nuestras vidas? Así parece,
así nos lo dice la historia, con esto quiero introducir otro término para
complejizar la visión: el equilibrio. ¿Qué es el equilibrio? ¿Es un centro
imaginario? ¿Es un centro sin centro? ¿O un centro que se da como resultado por
distintas fuerzas contrarias o equivalentes? ¿Qué ocurre cuando el centro deja
de ser uno mismo? ¿Desaparece? ¿Nos perdemos? ¿O somos energía difusa? ¿Qué hay
de aquellos que no encuentran el centro y se van por la tangente y los
extremos? El centro pierde su fuerza, se estira más allá de lo permitido, fallece.
Concentrarse significa centrar nuestra atención, allí reside nuestra verdadera
felicidad, no hay persona que experimente la felicidad cuando está distraída.
¿Por qué el centro tiene una connotación negativa? En política, muchos critican
a los que están en el medio, ¿es una actitud cobarde? ¿Realmente alguien puede
estar en el medio? ¿O el medio se crea naturalmente por efecto de las dos
fuerzas extremas? Es decir, siendo extremistas, sin querer queriendo, llegamos
al término medio, ese término que nadie quiere llegar voluntariamente, como la organización de los
países nórdicos.
El centro fue el vientre de mi madre, el cordón umbilical, luego
vino mi padre, mis hermanos, mis primos y mis tíos, mis amigos del colegio, de
deporte, de ocio y de vocación. La universidad, el trabajo, el amor y el reconocimiento.
¿Qué es éste último? ¿No es el anhelo de ser el centro de atención? Esto es mal
visto por las personas; no obstante, ¿la sociedad necesita un centro? Las ciudades
sudamericanas se han caracterizado por tener un centro, lo que conocemos como
plaza de armas, lugar de concurrencia, lugar de encuentro que permitió albergar
a todos, ese es la característica del centro, converge, ¿lo público no representa el centro? (en teoría), aunque
sabemos que por factores sociales no todas las clases sociales estuvieron en
ese lugar, pero seguro que se las ingeniaron, tal vez se reunieron en otra
plaza, una quinta, un bar o un teatro. En el hogar también tenemos nuestro
centro, la sala o el comedor, o si se es antisocial, nuestra habitación. ¿Cuál
es el centro en la actualidad? ¿No es acaso el Facebook? O si queremos ampliar
el centro, sería el Internet o el ciberespacio. Las tribus y las sociedades más
complejas también han tenido como centro a personas, llámese anciano, sabio,
líderes, presidentes, pensadores, etc.
Extrapolo el caso del universo, si en la actualidad no sabemos cuál es el centro del universo –y parece que no existe, aunque en la ciencia todo es provisional- lo mismo ocurriría en nuestro mundo actual. ¿Hemos dejado de tener un centro? ¿Una referencia? ¿Qué, quién y cuál nos centra? Parece que ya no existe, ¿Será positivo o negativo? Luego de esta tradición centrista parecería que las noticias son negativas, todo se diluye, es más difícil buscar esa estabilidad en un mundo que se nos presenta desordenado, cambiante y acelerado; no obstante, les traigo un poco de esperanza. La búsqueda del centro, o ser el centro mismo, por otro lado, ¿no nos ha traído demasiados problemas? Las guerras, desde la antigüedad hasta las actuales, ¿no son un reflejo de que un grupo de personas, naciones, empresas, entre otros, han querido ser el centro de los demás y del mundo? ¿Estamos preparados para vivir sin un centro? ¿O es necesario a pesar de las barbaridades? La ciencia dice una cosa y la tradición otra.
Extrapolo el caso del universo, si en la actualidad no sabemos cuál es el centro del universo –y parece que no existe, aunque en la ciencia todo es provisional- lo mismo ocurriría en nuestro mundo actual. ¿Hemos dejado de tener un centro? ¿Una referencia? ¿Qué, quién y cuál nos centra? Parece que ya no existe, ¿Será positivo o negativo? Luego de esta tradición centrista parecería que las noticias son negativas, todo se diluye, es más difícil buscar esa estabilidad en un mundo que se nos presenta desordenado, cambiante y acelerado; no obstante, les traigo un poco de esperanza. La búsqueda del centro, o ser el centro mismo, por otro lado, ¿no nos ha traído demasiados problemas? Las guerras, desde la antigüedad hasta las actuales, ¿no son un reflejo de que un grupo de personas, naciones, empresas, entre otros, han querido ser el centro de los demás y del mundo? ¿Estamos preparados para vivir sin un centro? ¿O es necesario a pesar de las barbaridades? La ciencia dice una cosa y la tradición otra.
Eyan
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