martes, 7 de junio de 2016

El arte y la política


Las palabras y los días

Por Octavio Paz

Recordación

(...) Aunque el propósito de su viaje y de sus actividades era esencialmente político, los Alberti se sentían incómodos entre los intelectuales revolucionarios mexicanos. Era natural que les pareciesen un poco arcaicos, rústicos y estrechamente dogmáticos. Todos ellos pertenecían a la LEAR (Liga de Artistas y Escritores Revolucionarios), una agrupación que había sido fundada a imagen y semejanza de otras similares que existían en Europa, como las AEAR, de Francia y España. En aquellos años esas sociedades estaban a punto de desaparecer, transformadas en Alianzas de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura. Era el momento de los Frente Populares, la mano tendida a demócratas burgueses y católicos, la amistad con Gide, Malraux, Foster, Auden, Spender. En realidad, por su edad, su formación y sus gustos estéticos, los Alberti se sentían más cerca del grupo de poetas de la revista Contemporáneos –Pellicer, Novo, Villaurrutia, Gorostiza y otros- tildados por los radicales de cosmopolitas, artepuristas y reaccionarios. Por esto no es extraño que el libro de poemas que Alberti escribió en México a la memoria de Sánchez Mejías fuese ilustrado por un pintor ajeno a las luchas ideológicas, Manuel Rodríguez Lozano, y no por Siqueiros.
    Las relaciones de Alberti con los jóvenes eran más naturales. En una ocasión nos reunimos con él en el bar. Cada uno de nosotros leyó uno o dos poemas. Alberti escuchaba con cortesía aunque, hay que confesarlo, sus comentarios eran parcos y poco entusiastas. Cuando llegó mi turno, vacilé: mis poemas no eran sociales ni combativos como los de los otros sino más bien íntimos. Sentí un poco de vergüenza: de pronto me pareció que leer aquellos textos era como incurrir en una confesión no pedida. Alberti reparó en mi turbación. Al salir me llamó aparte y me dijo: “En lo que escribes hay una búsqueda de lenguaje y por eso tus poemas, en el fondo, son más revolucionarios que los de ellos. Tú te propones explorar un territorio desconocido –tu propia intimidad- y no pasearte por parajes públicos en donde no hay nada que descubrir”. No he olvidado nunca esas palabras. ¿Las recordará Alberti?


Fuente: PAZ, Octavio. Las palabras y los días: Una antología introductoria. México, D.F. FCE. Pág. 89-90.

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