miércoles, 13 de julio de 2016

Uno de los nuestros

-¿Y qué pensaste en ese momento?
-Decepción, Tito, decepción. Yo pensé que era distinta pero terminó siendo igual que las demás. La vida le puso una prueba y… yo no sería capaz de hacer eso, tú me conoces, Tito.
-¿Y qué otra cosa pensaste?
-Sonará extraño pero en ese momento pensé en otra chica.
-En quién.
-Una chica que había conocido en la meditación… es extraño que te cuente esto, porque en esa época ella tenía diecinueve años. Le llevaba seis años de diferencia.
-Una jovencita.
-Pero no cualquier jovencita, Tito, no, ella era distinta. Era como si su cuerpo no encajara con su edad, con su carácter, como si hubiese vivido antes de nacer. Nadie va sola a su edad.

Tito se quedó en silencio. Algo le había interrumpido, una idea comenzó a rondar por su cabeza.

-Recuerdo que ella se retiraba inmediatamente al terminar las conferencias. No había manera de retenerla –le dijo Jacob.

Tito seguía absorto en sus pensamientos:

Así son esas almas, sí… así son.

-Una vez los profesores de meditación organizaron un paseo a Chosica. Ella también fue. Ese día todos los del grupo nos dirigimos al paradero para tomar un bus que nos llevaría hasta el cruce de la Av. Wilson y Paseo Colón, allí teníamos que subir a otro bus para dirigirnos a Chosica. Cuando entramos al segundo bus me senté en la última fila. Ella había hecho lo mismo.

Es uno de los nuestros… sí, es uno de los nuestros.

Jacob sintió que estaba siendo cuestionado por Tito. Su silencio le incomodaba.

-Tito, si ella no hubiera ido yo me habría sentado en el mismo lugar. Tú sabes a qué me refiero.
-Yo nunca dudaría de eso, muchacho, te conozco. Cuénteme lo que ocurrió después.

Jacob se sintió más tranquilo por su respuesta, pero sabía que Tito era un ser de varias capas de profundidad. No era momento para hablar de esos temas.

-Lo que ocurrió después fue que en el transcurso del viaje ella se puso a escuchar música, pero solo se colocó un audífono.
-Dejaba la posibilidad para conversar.
-No me había puesto a pensar en eso, pero sí, era una posibilidad. En fin, luego le pregunté cuál era el tipo de música que le gustaba. Me dijo que la música experimental. Me dio uno de sus audífonos y nos pusimos a escuchar por unos minutos.
-¿Qué te pareció?
-Muy extraña. No podía decir que me disgustó porque era extraña, inalcanzable, fuera de mi entendimiento, como ella misma, un enigma como…

Quiso referirse a un personaje de una novela, de Alejandra de Sobre Héroes y Tumbas. No obstante, sabía que ese ejemplo llevaría la conversación a otra parte. No era preciso comparar un personaje con una persona real, las diferencias eran mayores que una mera coincidencia en el carácter.

-…como el tema de su edad y la relación con sus gustos. Vuelvo a decir, su forma de ser no era acorde con su edad, porque hay personas mayores que demuestran lo contrario –se detuvo al decir esto, volvió a sentir la misma herida.
-Como la que te decepcionó.
-Con ella prefiero decir que no fue por ese motivo. Yo diría que en las personas existe ese “algo más” que las define, o, mejor dicho, que las diferencia, pero no sé Tito. Creo que ella, en el fondo, nunca lo tuvo.
-¿Y por qué te saliste de la meditación? Habrías vuelto a ver a esta otra chica.
-Ella no iba tan seguido, y yo me salí por cuestiones personales. Sentí que no encajaba, no me sentía del todo cómodo, algo me impidió unirme, era como si yo fuese alguien que pudiera contaminar la pureza de espíritu de la organización. Pensé que podía pertenecer a un grupo; sin embargo, Tito, yo me conozco, siempre termino solo.

Como Tuan Jim… sí, como él.

-¿Y qué ocurrió con ella? -le preguntó Tito.
-La vi en una de esas últimas reuniones de meditación. La noté que estaba más delgada. Lo mismo me había ocurrido en ese entonces.
-Uno de esos experimentos que hiciste con tu alimentación.
-Así es –sonrió-, pero lo curioso fue que lo experimentamos en el mismo periodo de tiempo, sin vernos, como la sincronía de los relojes. Si así fuese el amor, Tito, ¿no crees que no existirían los celos? El amor como sincronía, o magnetismo, no como dominio.
-Pero dejaste de ir a ese grupo.
-No podría hacer las cosas si solo fuese por ella, estaría renunciando a mi individualidad, yo sé que ella odiaría eso de mí.
-¿No la volviste a ver?
-No, nunca más, no sé si continúa con la meditación, traté de localizarla en el internet pero no dejó ningún rastro.

Es una romántica…sí, una romántica. 




Eyan

sábado, 2 de julio de 2016

Dama de la noche

Mirar los colores de tus ojos,
el contraste entre el iris
y la pupila.
No todo es blanco y negro, me dijo el amor 
cuando jugaba con tu mirada.

Belleza inconmensurable,
los rayos del sol se posan en tu cabellera.
El recuerdo de un atardecer,
la danza de las cortinas,
las ventanas con los brazos abiertos:
el horizonte ve a dos almas perdidas.

Mirada de inocencia,
las arrugas debajo de tus sienes,
sabiduría del alma:
me enseñaste sin que me lo dijeras.
Ojos que presenciaron
la desdicha ajena.

Labios de cereza,
dulce voz,
lenguaje de las aves,
melodía en do mayor.
¿Por qué cierras un capítulo al apretar tus labios?

Ella, ella,
dama de la noche.
Iris que rodean las islas de la Polinesia.

¿Cuándo dejaras el cautiverio?
¿Cuándo vendrá tu encantamiento?

¿Por qué te aíslas?
¿Será que solo una persona puede entrar en tu escondite?

¿Por qué ese lenguaje críptico?
¿Por qué esperar que el silencio hable por nosotros?

Nuestro amor dos veces fallido...

Resignarnos a las indirectas,
como las miradas de reojo cuando estamos en compañía.

No te vayas sin despedirte
que las frases toman vuelo
pero no se mantienen unidas,
el silencio las separa,
el tuyo y el mío.

Eres la excepción a la regla.
Ese cigarrillo adicional que me perdono cada día.

Dama de la noche, 
dama de mi vida.


Eyan