“…la mujer es ídolo, diosa, madre, hechicera
o musa, según muestra Simone de Beauvoir, pero jamás puede ser ella misma. De
ahí que nuestras relaciones eróticas estén viciadas en su origen, manchadas en
una raíz. Entre la mujer y nosotros se interpone un fantasma: el de su imagen,
el de la imagen que nosotros nos hacemos de ella y con la que ella se reviste.
Ni siquiera podemos tocarla como carne que se ignora a sí misma, pues entre
nosotros y ella se desliza esa visión dócil y servil de un cuerpo que se
entrega. Y a la mujer le ocurre lo mismo: no se siente ni se concibe sino como
objeto, como “otro”. Nunca es dueña de sí. Su ser escinde entre lo que es
realmente y la imagen que ella se hace de sí. Una imagen que le ha sido dictada
por familia, clase, escuela, amigas, religión y amante. Su feminidad jamás se
expresa, porque se manifiesta a través de formas inventadas por el hombre”.
-Octavio Paz.
Re-flexión: A propósito del 8 de marzo y
otras cosas más
Este
8 de marzo se celebró el día internacional de la mujer, fecha en que se rememora
un acontecimiento histórico: la huelga de mujeres obreras estadounidenses que
exigieron mejorar sus condiciones laborales. Este suceso histórico ocurrió a inicios
del siglo XX, repercutiendo en otros lugares del mundo, primero en Europa y luego
en los demás continentes. En las décadas posteriores, el sentido original de la
protesta fue modificándose, abarcando otras esferas de la vida: el derecho a la educación, sufragio universal,
divorcio, entre otros. Y en la actualidad, se busca conseguir la
igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres.
Actualmente, ¿qué
significado tiene esta fecha para la población peruana?
En
esta última celebración, se han generado diversas formas de expresión en apoyo
a las mujeres, desde las más sutiles hasta las más excéntricas, empezando con
el palabreo cursi (importando sentimientos ajenos de otros días festivos –como
el día de la madre y el día de los enamorados) hasta el discurso consciente y
reivindicativo, conmemorando un pasado de luchas. Estos confusos y contradictorios
sentimientos han generado un acalorado debate, poniendo en escena a los que lo
celebran -porque así lo dice el calendario- y a aquellos que muestran una
actitud más seria, criticando a los anteriores. Todo este embrollo -de idas y
venidas- no evidencia más que la confusa percepción que tiene el ser humano contemporáneo
sobre los temas que conversa, sobre la sociedad y sobre sí mismo. Ahora que las
aguas se han calmado –han pasado varios días desde la fecha indicada- trataré de
ver en perspectiva este asunto, pero tomaré el camino del razonamiento,
partiendo de lo general a lo particular.
Las redes virtuales
Lo
más curiosos de todo, es que el debate público se ha trasladado a las redes
virtuales. Primera reflexión: la juventud y los adultos que utilizan estos
medios se informan, hablan más del tema y debaten. Podríamos calificar este
suceso como algo positivo. Es un crecimiento y un desarrollo de la actividad
política en nuestro país, pero a mi juicio, esto no ocurre así, y si lo es, pues,
parcialmente. La actividad política ha perdido un aspecto sumamente importante:
la capacidad de reflexionar. Se habla más pero se reflexiona menos. La política
–en ese sentido- se ha banalizado, fruto de la falta de seriedad que tiene el
ser humano para conversar sobre estos temas. Si lo conversa, es consecuencia de
las circunstancias, del momento, del día a día. Actualmente, vemos que muchas
personas se rajan las vestiduras ante una problemática, ponen tal emoción a sus
palabras, a sus discursos y a sus publicaciones en sus muros, que uno creería
que su posición frente a un acontecimiento-problema es serio, contundente y
consecuente. El grado de indignación es muy alta; sin embargo, todo es flor de
un día, ¿cómo una persona puede estar tan indignada frente a algo, pero de un
momento a otro desecha ese sentimiento tan profundo? Me imagino el momento
preciso en que una persona se traslada del mundo virtual al real, cuando se desconecta
y apaga su computador; me imagino el contraste, el cambio de expresión repentina,
como por acto de magia, donde el clímax de indignación se transforma en
felicidad, depresión o indiferencia. Nos quitamos la máscara virtual y el mundo
real nos hace reaccionar, es hora de realizar nuestras labores cotidianas.
A
partir de este fenómeno, uno se pregunta, ¿qué tan verdaderos son los
sentimientos humanos? Pues en las redes uno lo ve y lo percibe así, pero este
sentimiento tan efímero nos muestra que la situación va por otro lado. ¿Hay
realmente indignación? Parece que sí, eso es lo que nos quieren mostrar, aunque
-a mi parecer- esa indignación no surge por el suceso en sí, por la noticia
real, sino como una suerte de contagio o de enfermedad, una reacción humana, un
acto involuntario. Si hay algo de qué percatarnos, es sobre nuestro estado
emocional voluble en las redes; yo lo denomino, nuestra “condición viral”.
Acuño este término, porque en las redes virtuales lo que predomina son las
sensaciones fuertes y pasajeras, la acción se vuelve reacción, todo es
reacción, impulso, no hay filtro ni reflexión. Así lo expresa el éxito de los
videos virales u otro tipo de
noticias, ¿acaso no recuerdan la imagen del vestido blanco-dorado-azul o los
videos humorísticos que se dejaron en el olvido? ¿Son importantes? Pues no. Haciendo
una analogía de una frase de Marx -lo cito a continuación: el oro circula
porque tiene valor, pero el papel moneda tiene valor porque circula. Esta
frase se puede utilizar exactamente para el caso de la información. Si antes
ésta tenía valor por su alto contenido, pues ahora su valor reside solamente en
su circulación. Esta forma de informamos, yo lo denomino “el síndrome de la
novedad”, ahora todos queremos difundir la noticia de último minuto, ser los
primeros en informarnos. No obstante, después que se pierde el carácter
novedoso, lo desechamos y lo tiramos a la basura, no es un acto racional, es
moda. A su vez, los medios de comunicación se han apoderado de nuestra
capacidad de elección, ellos son los que ponen la agenda y el tiempo se
convierte en su aliado. La información importante se nos escapa de las manos.
Por ejemplo, en las redes se ha dejado de hablar de ciertos temas que todavía
necesitan resolverse: ¿qué ocurrió con el caso de López Meneses, los responsables
de las líneas de Nazca, Martín Belaunde, la tv basura y la ley pulpín?
En su momento, cuando estos temas se hicieron
noticia, nosotros pusimos todas nuestras energías para debatir fervorosamente,
pero ahora que ha dejado de serlo, el interés se ha perdido, incluso nos
sentimos hostigados si alguien lo menciona. Sin embargo, cuando ocurra algún hecho
similar el interés volverá. (Ejemplo-comentario de un día x): «acaba de
ocurrir otro daño a las líneas de Nazca» -mencionó un
usuario en las redes, y los “defensores” contestaron: ¿y qué ocurrió
con Greenpeace, con los turistas rusos y el Dakar? Preguntas y respuestas
que dan a entender que hay cosas importantes del pasado que todavía no se han
resuelto, aunque, ¿ellos realmente lo consideran importante? A mi juicio no,
porque si no hubiera existido este nuevo caso, ellos no lo habrían comentado. Eso
muestra el real desinterés de las cosas. Primera conclusión: El ser humano
contemporáneo ha perdido una cualidad que hasta el momento no logra darse
cuenta: el verdadero interés por las
cosas. Somos seres que nos interesamos por cosas del momento y mostramos
tal grado de interés en un momento determinado que las personas nos ven como seres
apasionados, héroes de la causa justa, la indignación corre por nuestras venas.
Sin embargo, como decía Erich Fromm, la voluntad también puede engañarse a sí
misma, la intensidad de nuestra voluntad no indica, necesariamente, un interés
real. El grado de indignación frente a algún suceso tampoco indica compromiso. ¿Qué se esconde detrás de esta fachada de voluntades? Lo que se esconde –en el
fondo- es un sujeto angustiado, que busca sentido a su existencia, porque su
situación actual muestra una inconformidad frente a este mundo tan cambiante,
donde la tecnología avanza a pasos agigantados, mientras que, paradójicamente,
la vida del ser humano se va deteniendo, se vuelve estático, se estanca en la
inactividad del día a día, en la inmovilidad del trabajo rutinario, en el
sedentarismo del ordenador, está podrido por dentro. Esto ha generado unas
ansias por cambiar lo que está a su alrededor, la situación de los otros, porque,
cuando se habla de uno mismo, se incomoda, evade y niega. Es mejor buscar el
cambio en los otros, porque, sobre uno mismo, es imposible: «no fumes… es
que yo ya estoy jodido» -le advertía un fumador a una persona que quería
aprender a hacerlo.
Esta falta de dinamismo e imposibilidad de
interacción con las personas en la vida real, ha ocasionado la incapacidad para
manifestar y desarrollar nuestro yo individual (identidad). Frente a este
problema, nosotros buscamos –insaciablemente- alimentarlo y fortalecerlo de
otra manera. Así de paradójica es la sociedad, buscamos el cambio ajeno -y a la
vez- exageramos nuestras expresiones, porque sabemos que este es el único medio
por donde conseguiremos que los demás nos identifiquen (porque en la vida
virtual nos ven por lo que nosotros mostramos) hay un filtro –pero nosotros no
nos damos cuenta que lo hay-. Así, el objeto se vuelve sujeto, la información
en informante, todo se funde, se mezcla y se enreda, nadie puede desatar el
nudo. Por consiguiente, surgen los insultos, los ataques personales y la
reflexión –como fin último- se pierde: llegó el momento de la competencia de
egos.
El
día internacional de la mujer y las redes virtuales
Segunda reflexión: el 8 de marzo vino y se fue,
porque así lo quisimos, porque era solo una fecha, porque algunos lo esperaron
con muchas ansias y a otros se les presentó inesperadamente. La guerra que se manifestó en las redes no
terminó como resultado de un vencedor y un perdedor, una rendición o un acuerdo
de paz. La guerra en las redes se terminó cuando se ocultó el sol y volvió a
aparecer por la mañana siguiente: borrón y cuenta nueva. No hay ninguna
enseñanza, ninguna conclusión. Todo ha quedado en eso, en anécdota, una situación
efímera, comentario, un suceso viral, pura reacción del momento. El próximo año
se repetirá la misma batalla: los defensores conscientes versus los falsos
poetas, hablaremos de lo mismo, caeremos en el mismo error, las mismas quejas y
así los años pasarán hasta llegar a la tumba. Nada cambiará.
Sin embargo, voy a poner de mi parte para
reflexionar sobre este tema, buscando esclarecer las cosas. ¿Cuál es el reto de
las mujeres en la actualidad? Seguir acercándonos al ideal de igualdad de
género: igualdad frente a la ley, igualdad de oportunidades laborales y reducir
la violencia sexista. En el caso de la ley, todavía hay temas pendientes por
resolver. No se ha discutido profundamente el tema del derecho al aborto, la
violencia masculina en el ámbito privado, la cantidad mínima o cupos necesarios
para los puestos femeninos en las instituciones públicas, entre otros. En el
tema laboral, las mujeres todavía no tienen las mismas oportunidades que los hombres
para acceder a los puestos de trabajo. Todavía permanece la división sexual del
trabajo, es decir, el trabajo diferenciado entre hombres y mujeres, ocasionando,
una diferencia sistemática y notoria en los salarios. La gran mayoría de ellas
todavía no ha podido acceder a los altos cargos en las empresas, sean
gerenciales o de toma de decisiones. La violencia, sea física o simbólica,
todavía permanece en nuestra sociedad (en la esfera pública y privada). Con el
transcurrir de los siglos, la línea que definía estas dos esferas ha ido
desapareciendo. Esto ha contribuido a que el Estado pueda intervenir en los
casos de violencia intrafamiliar. La mujer tiene más apoyo que antes, pero
todavía no es suficiente, hay mucho por hacer.
Por último, quiero comentar la frase que puse al
principio de esta reflexión, porque creo que necesitamos deconstruir y volver a
construir la percepción de la mujer contemporánea, o sino, los cambios seguirán
siendo superficiales. Para que la mujer sea realmente libre, es necesario que
ella se adueñe de su propia visión sin que el hombre intervenga en la
construcción de su identidad. No mirarse a través de él, sino a través de sí
misma, ser su propio espejo, pero con una consciencia muy analítica, porque
sabemos que las mismas mujeres –sin darse cuenta- pueden atribuirse imaginarios
ajenos, ocasionando que entre ellas mismas se hagan daño. Sin esta consciencia,
es imposible que ellas puedan alcanzar su propio ideal como mujer. Este es solo
un paso más de un largo camino que las llevará a disfrutar de otros paraísos.
Luego, llegará el día en que no tengan que seguir ningún ideal social que las
identifique como mujeres, este ideal social se transformará en individual y la
libertad podrá ser alcanzada: misión cumplida.
Todavía falta un largo camino por recorrer. Si
antes la mujer era valorada por estereotipos míticos y divinos, pues ahora lo
sigue siendo, pero a través de roles sociales y terrenales. Hace unas semanas
escuché el concepto de “la mujer maravilla”. Este nombre se refiere a aquella
mujer contemporánea que ha asumido todos los roles en la sociedad: hija,
hermana, profesional, trabajadora, madre de familia y buena esposa: la mujer responsable.
Este estereotipo de la mujer se ha ido constituyendo a través de los años, generando
respeto y admiración. En cierta medida, este nuevo ideal ha contribuido a que
las mujeres tengan mayor autonomía respecto de los hombres. La independencia
económica es un salto cualitativo que permite que ellas puedan sobrellevar sus
propias vidas sin la ayuda masculina, pero, ¿qué hay de los otros aspectos? La
mujer cree firmemente que su fortaleza radicará en la consecución de todos los
roles sociales, está poniendo a prueba su voluntad. Sin embargo, ¿no se ha
puesto a pensar que podría cuestionar aquellos fines que persigue? ¿En eso no
consiste la libertad, en la afirmación, pero también en la negación? Por
ejemplo, en la opción de (no) ser madre o esposa. Esto me lleva a un tema más profundo,
haré una analogía -a mi manera- de la frase de Octavio Paz: la mujer es
buena hija, hermana, profesional, trabajadora, madre de familia y esposa, pero
jamás puede ser ella misma. Lo que quiere decir que su grado de respetabilidad
en la sociedad está en función de la adaptabilidad y obediencia frente a las
normas y valores de la sociedad, es decir, frente a un discurso conservador.
Sin embargo, no hay cabida para la mujer rebelde, transgresora, la que crea
nuevas formas de ver el mundo, de negarse a lo establecido. Ese tipo de mujeres
aún son consideradas neuróticas y anormales. Lo revolucionario todavía es
privilegio de los hombres, lo mismo que la verdad. La mujer todavía es rol,
función y cáscara. ¿Será que esa visión de maleabilidad en ellas permanece en nuestro
imaginario? ¿Es imposible desligarnos todavía de la visión naturalista de los
sexos? ¿Llegará el día en que la mujer tenga esa misma capacidad que el hombre, de mandar a la mierda a todo lo que esté a su alrededor?
Eyan
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