lunes, 30 de junio de 2014

Año nuevo 2013-2014 (Parte I)


Este año nuevo que pasó lo considero muy especial. Había sido diferente de los anteriores: sin alcohol, sin fiesta, sin amigos, sin viaje, etc. La pasé con mi familia, aunque realmente la pasé solo, porque antes y después de la comida y los saludos estuve sin ellos. A primera vista puede parecer un momento deprimente o aburrido: "no ocurre nada", "no hay drama", "no hay diversión", etc, etc. Octavio Paz había dicho que la "fiesta" para la sociedad era un momento de caos y a la vez de purificación, donde se disuelven las jerarquías sociales, los géneros y donde dejamos de lado nuestras caretas. Para otros, la fiesta, o mejor dicho el año nuevo, es una fecha especial donde se lo considera como un nuevo comienzo o un retorno a los orígenes, este último percibido por las antiguas culturas. En la modernidad todavía siguen realizándose ritos, por ejemplo, correr alrededor de tu vecindario con una mochila, para que el año que venga uno pueda tener prosperidad económica. Otro ritual es el pedir deseos debajo de tu mesa en el momento en que uno ingiere las 12 uvas. Y así existen "n" tipo de rituales que le dan legitimidad a las acciones simbólicas que realizamos, porque es el día donde "se presta a hacer este tipo de cosas". 

En mi caso ocurrió algo diferente y extraño; yo había considerado categóricamente el 2013 como el mejor año de mi vida, a pesar de mi corta edad. Había realizado las cosas que tiempo atrás había suspendido. Lo hice paralelamente a mis estudios. Había sido feliz o casi feliz, porque por momentos me venía a a mi mente pensamientos de incertidumbre sobre mi futuro. En esos instantes sentía angustia, miedo y esos sentimientos que a uno lo inmovilizan y que en algunos casos te hace recurrir a "objetos extraños". Bien, recuerdo que era 31 de diciembre, no quería que acabe el año 2013 porque no sabía si el año siguiente iba a ser mejor, lo dudaba. Sentía que ya había acabado mi tiempo de prueba, de intentos, de recreo y de ocio y que el año 2014 tenía que ser el año de materializar y concretizar las ideas, de ser una persona "seria". Claro, se entiende porque yo había acabado la universidad en el mes de diciembre de ese año 2013. Sí, era hora de trabajar, de utilizar todos mis esfuerzos y mis energías durante ocho horas diarias por el resto del año; de sentirse más seguro y respetable al demostrar que tenía una actividad por el cual tus padres o conocidos se iban a sentir más orgullosos y más calmados. Recuerdo que ese mes había estado buscando aplicar a varios trabajos, no porque yo realmente quería sino porque "tenía que hacerlo" o sino iba a ser parte de la vergüenza social. La angustia comenzó a aumentar a niveles altísimos, tanto así que cuando uno ve a personas desconocidas uno ya está pensando en qué decirle sobre su futuro, sin siquiera haber sido preguntado sobre ese tema.

En esas fechas para mí el 2014 ya lo había definido: Sacar mi título de grado, trabajar, dejar mis hobbies y mis anhelos y complacer nuevamente al resto, claro que en el fondo era un tipo de vergüenza propia que uno no sabe cómo eliminarlo, simplemente haciendo lo que todos hacen, sí, esa era la solución, ya sentía que algo externo iba a solucionar mi situación pero ese 31 de diciembre, como a las 10:45 de la noche, o mejor digamos antes de la media noche, para que suene más interesante y tenga un tinte mitológico. En ese momento estuve leyendo un libro que me cambió el panorama, me cambió los planes del 2014 y quién sabe si para el resto de mi vida o de los siguientes años. Este libro se llama "El miedo a la libertad". Es un título muy llamativo y pretencioso y uno espera que el contenido del libro esté a la altura de la frase. Y en mi caso fue así, no me decepcionó. Hay ciertas partes del libro que explican acontecimientos históricos que puede no tener importancia para uno, pero lo importante es quedarse con el concepto, con la frase, con los subrayados que vamos haciendo a cada palabra, porque lo que termina definiendo el gusto del lector es cuanto más hayamos subrayado un libro, más hayamos repetido la frase y más hayamos saltado al momento de dejar el libro y en ese momento hablarse a sí mismo, a uno mismo, como un loco, pero sin importar que lo somos porque hemos encontrado la verdad, tú verdad y eso es lo que importa; con el puño apretado, como cuando un futbolista acaba de anotar un penal, momento de reafirmación. 

Y aquí les pongo el párrafo que marcó mi 31 de diciembre y mi año 2014. Sé que hay muchas cosas que rescatar de ese libro pero esa pagina lo leí en ese preciso día, pudo haber sido una semana antes y habría sido mucho mejor, o pudo haber sido una semana después y habría sido mucho peor, no sé, tal vez hasta el punto de catastrófico. Porque ocurre que cuando uno realiza un plan, por más equivocado que este sea o lo considere que no está dentro de sus intereses, ese plan cobra fuerza y vida propia y resulta muy difícil cambiarlo. Peor aún si es legitimado y reconfirmado en una fecha como el año nuevo, día especial, momento mágico y esperado. Y lo único que nos limitamos a hacer es a realizar cambios superficiales y cambios en los detalles de las actividades pero no del plan mismo, de la idea misma, porque esa idea está ya atrapada en lo más profundo de tu mente y uno tiene miedo y flojera de hacer cambios a último momento, miedo a lo imprevisto, a la mente vacía, porque como suele decirse "Si ya has tomado la decisión continúa, no te cuestiones y asume las consecuencias". Cuando una idea está fija es difícil de sacarla, se vuelve un hábito mental pero felizmente yo me anticipé a ese momento crítico y de decisión y volé por mi mente, por mis ideas, por mis miedos y vi que mi idea no era muy fiable, sincera y propia y allí tuve que decidir botar todas aquellas ideas, miedos, angustias y asumí lo otro, lo que a uno no se lo dicen en una fiesta de año nuevo y llegó con mi tocayo Eric o Erich Fromm y me dio otra alternativa y mi año nuevo fue diferente, lo recuerdo completamente. "No pasó nada", "Ningún acontecimiento relevante", pero lo que ocurrió en mi mente nadie me lo va a quitar. 

No creo que sea importante para ustedes contarles lo que yo haya decidido para el año 2014, porque lo fundamental es el concepto, la idea que se ha creado dentro de ti. Aquí les dejo el texto.


Lo que se ha dicho acerca de la carencia de originalidad
en el pensamiento y la emoción, también
vale para la voluntad. Darse cuenta de ello es especialmente
difícil; en todo caso parecería que el hombre
moderno tuviese demasiados deseos, y que justamente
su único problema residiese en el hecho de
que, si bien sabe lo que quiere, no puede conseguirlo.
Empleamos toda nuestra energía con el fin de
lograr nuestros deseos, y en su mayoría las personas
nunca discuten las premisas de tal actividad; jamás
se preguntan si saben realmente cuáles son sus verdaderos
deseos. No se detienen a pensar si los fines
perseguidos representan algo que ellos, ellos mismos,
desean. En la escuela quieren buenas notas, y cuando
son adultos desean lograr cada vez más éxito, acumular
cada vez más dinero, poseer más prestigio, comprar
mejores automóviles, ir a los mejores lugares, y cosas
semejantes. Sin embargo, cuando, en medio de esta
actividad frenética, se detienen a pensar, hay una
pregunta que puede surgir en su espíritu: Si consigo
este nuevo empleo, si compro un coche mejor, si realizo
este viaje... ¿qué habré obtenido? ¿Cuál es verdaderamente
el fin. de todo esto? ¿Quiero, en realidad,
todas esas cosas? ¿No estaré persiguiendo algún
propósito que debería hacerme feliz y que, en
verdad, se me escapa de las manos apenas lo he
 alcanzado? Cuando surgen estas preguntas se siente
uno espantado, pues ponen en duda la base misma
que sustenta toda la actividad del hombre, el conocimiento
de sus mismos deseos. Por eso la gente
tiende a liberarse lo más rápidamente posible de
pensamientos tan inquietantes. Piensan que tales preguntas
han venido a molestarlos a causa de algún
cansancio o mal humor... y continúan así en la
persecución de aquellos fines que siguen considerando
propios.
Y, sin embargo, todo esto apunta a una confusa
revelación de la verdad: que el hombre moderno
vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando,
en realidad, desea únicamente lo que se supone (socialmente)
ha de desear. Para aceptar esta afirmación
es menester darse cuenta de que saber lo que
uno realmente quiere no es cosa tan fácil como algunos
creen, sino que representa uno de los problemas
más complejos que enfrentan al ser humano. Es una
 tarea que tratamos de eludir con todas nuestras fuerzas,
aceptando fines ya hechos como si fueran fruto
de nuestro propio querer. El hombre moderno está
dispuesto a enfrentar graves peligros para lograr los
propósitos que se supone sean suyos, pero teme profundamente
asumir el riesgo y la responsabilidad de
forjarse sus propios fines. A menudo se considera la
intensidad de la actividad como una prueba del carácter
autodeterminado de la acción, pero ya sabemos
que esa conducta bien podría ser menos espontánea
que la de una persona hipnotizada o de un actor.
Conociendo la trama general de la obra, cada actor
puede representar vigorosamente la parte que
le corresponde y hasta crear por su cuenta frases y
determinados detalles de la acción. Sin embargo, no
hace más que representar un papel que le ha sido
asignado.
La dificultad especial que existe en reconocer hasta
qué punto nuestros deseos —así como los pensamientos
y las emociones— no son realmente nuestros
sino que los hemos recibido desde afuera, se halla
estrechamente relacionada con el problema de la autoridad
y la libertad. En el curso de la historia
moderna, la autoridad de la Iglesia se vio reemplazada
por la del Estado, la de éste por el imperativo
de la conciencia, y, en nuestra época, la última ha
sido sustituida por la autoridad anónima del sentido
común y la opinión pública, en su carácter de instrumentos
del conformismo. Como nos hemos liberado
de las viejas formas manifiestas de autoridad, no nos
damos cuenta de que ahora somos prisioneros de este
nuevo tipo de poder. Nos hemos transformado en
autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos
dotados de libre albedrío. Tal ilusión ayuda a las
personas a permanecer inconscientes de su inseguridad,
y ésta es toda la ayuda que ella puede darnos.
En su esencia el yo del individuo resulta debilitado,
de manera que se siente impotente y extremadamente
inseguro. Vive en un mundo con el que ha perdido
toda conexión genuina y en el cual todas las personas
y todas las cosas se han transformado en instrumentos,
y en donde él mismo no es más que una parte de la
máquina que ha construido con sus propias manos.
Piensa, siente y quiere lo que él cree que los
demás suponen que él deba pensar, sentir y querer; y
en este proceso pierde su propio yo, que debería
constituir el fundamento de toda seguridad genuina
del individuo libre.
La pérdida del yo ha aumentado la necesidad de
conformismo, dado que origina una duda profunda
acerca de la propia identidad. Si no soy otra cosa
que lo que creo que los otros suponen que yo debo
ser.. ., ¿quién soy yo realmente? Hemos visto cómo
la duda acerca del propio yo se inicia con el derrumbe
del mundo medieval, en el cual el individuo había
disfrutado de un lugar seguro dentro de un orden
fijo. La identidad del individuo ha constituido
el problema de mayor envergadura de la filosofía
moderna desde Descartes. Hoy damos por supuesto
lo que somos. Sin embargo, la duda acerca de nuestro
ser todavía existe y hasta ha aumentado. Pirandello,
en sus obras, expresa este sentimiento del hombre
moderno. Comienza con la pregunta: "¿Quién
soy yo? ¿Qué prueba tengo de mi propia identidad
más que la permanencia de mi yo físico?" Su contestación
no es como la de Descartes —la afirmación
del yo individual—, sino su negación: no poseo
identidad, no hay yo, excepto aquel que es reflejo
de lo que los otros esperan que yo sea; yo soy "como
tú me quieras".
Entonces, esta pérdida de la identidad hace aún
más imperiosa la necesidad de conformismo; significa
que uno puede estar seguro de sí mismo sólo
en cuanto logra satisfacer las expectativas de los 
demás. Si no lo conseguimos, no sólo nos vemos
frente al peligro de la desaparición pública y de un
aislamiento creciente, sino que también nos arriesgamos
a perder la identidad de nuestra personalidad, lo que
significa comprometer nuestra salud psíquica.
Al adaptarnos a las expectativas de los demás, al
tratar de no ser diferentes, logramos acallar aquellas
duaas acerca de nuestra identidad y ganamos asi
cierto grado de seguridad. Sin embargo, el precio de
todo ello es alto. La consecuencia de este abandono de
la espontaneidad y de la individualidad es la frustración
de la vida. Desde el punto de vista psicológico,
el autómata, si bien está vivo biológicamente,
no lo está ni mental ni emocionalmente. Al tiempo
que realiza todos los movimientos del vivir, su vida
se le escurre de entre las manos como arena. Detrás
de una fachada de satisfacción y optimismo, el
hombre moderno es profundamente infeliz; en verdad,
está al borde de la desesperación. Se aferra
perdidamente a la noción de individualidad; quiere
ser diferente, y no hay recomendación mejor para
alguna cosa que la de decir que es "diferente". Se
nos informa del nombre individual del empleado del
ferrocarril a quien compramos los billetes; maletas,
naipes y radios portátiles son "personalizados" colocándoles
las iniciales de su dueño. Todo esto indica
la existencia de un hambre de "diferencia", y sin
embargo, se trata de los últimos vestigios de personalidad
que todavía subsisten. El hombre moderno
está hambriento de vida. Pero puesto que siendo
un autómata no puede experimentar la vida como
actividad espontánea, acepta como sucedáneo cualquier
cosa que pueda causar excitación o estremecimiento:
bebidas, deportes o la identificación con la
vida ilusoria de los personajes ficticios de la pantalla.

¿Cuál es, entonces, el significado de la libertad
para el hombre moderno?

Se ha liberado de los vínculos exteriores que le
hubieran impedido obrar y pensar de acuerdo con lo
que había considerado adecuado. Ahora sería libre
de actuar según su propia voluntad, si supiera lo que
quiere, piensa y siente. Pero no lo sabe. Se ajusta
al mandato de autoridades anónimas y adopta un yo
que no le pertenece. Cuanto más procede de este
modo, tanto más se siente forzado a conformar su
conducta a la expectativa ajena. A pesar de su disfraz
de optimismo e iniciativa, el hombre moderno
está abrumado por un profundo sentimiento de impotencia
que le hace mirar fijamente y como paralizado
las catástrofes que se le avecinan.
Considerada superficialmente, la gente parece llevar
bastante bien su vida económica y social; sin
embargo, sería peligroso no percatarse de la infelicidad
profundamente arraigada que se oculta detrás
del infierno de bienestar. Si la vida pierde su sentido
porque no es vivida, el hombre llega a la desesperación.
Nadie está dispuesto a dejarse morir por
inanición psíquica, como nadie moriría calladamente
por inanición física. Si nos limitamos a considerar
solamente las necesidades económicas, en lo que
respecta a las personas "normales", si no alcanzamos
a ver el sufrimiento del individuo automatizado, entonces
no nos habremos dado cuenta del peligro que
amenaza a nuestra cultura desde su base humana: la
disposición a aceptar cualquier ideología o cualquier
"líder", siempre que prometan una excitación emocional
y sean capaces de ofrecer una estructura política,
y aquellos símbolos que aparentemente dan
significado y orden a la vida del individuo. La desesperación
del autómata humano es un suelo fértil
para los propósitos políticos del fascismo.

Fuente: http://www.enxarxa.com/biblioteca/FROMM%20El%20Miedo%20A%20La%20Libertad.pdf

FROMM, Erich. El miedo a la libertad. (Buenos Aires, Paidos). p.288-293.

domingo, 22 de junio de 2014

Pío


Pío pío.
No todos los que
nacen se convierten en
seres humanos, en individuos,
en YOES. Yo soy como las aves,
que nacen dos veces. Primero, cuando
la paloma pone su huevo. Ella la protege,
le brinda calor y la conforta, son dos seres
separados, diferENTES, pero dependientes.
Segundo, cuando el polluelo se libera de su
cascarón, se vale por sí mismo, piensa por
sí MISMO, es uno mismo, vuela, es libre,
 ha vuelto a nacer, he vuelto a nacer,
soy ser humano, soy individuo,
SOY YO. Pío pío.

miércoles, 4 de junio de 2014

Reflexiones acerca de la comunidad nikkei en el Perú: Pasado, presente y futuro.





Este es un ensayo de carácter reflexivo acerca de la comunidad nikkei en el Perú. Que toma  en cuenta algunos acontecimientos históricos, desde su llegada al país hasta la actualidad; este análisis servirá para poder comprender mejor la situación actual de la comunidad. Además, rescato algunas ideas que Octavio Paz escribe en su libro “El laberinto de la soledad”, específicamente relacionado a la  etapa de la adolescencia. Me parece pertinente incluir este análisis de este periodo de la vida porque va a ayudar a ejemplificar y servirá como metáfora para poder explicar mejor la situación de la comunidad nikkei. A partir de ello podrá servir como punto de partida para crear una visión a futuro y establecer una base y un horizonte a seguir del devenir de este grupo colectivo del que formo parte.
“A todos, en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular, intransferible y precioso. Casi siempre esta revelación se sitúa en la adolescencia. El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros se abre una impalpable, transparente muralla: la de nuestra conciencia. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos, pero niños y adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos a través del juego o trabajo. En cambio, el adolescente, vacilante entre la infancia y la juventud, queda suspenso un instante ante la infinita riqueza del mundo. El adolescente se asombra de ser. Y al pasmo sucede la reflexión: inclinado sobre el río de su conciencia se pregunta si ese rostro que aflora lentamente del fondo, deformado por el agua, es el suyo. La singularidad de ser –pura sensación en el niño- se transforma en problema y pregunta, en conciencia interrogante.”[1]

Cito este texto, proveniente de el libro “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz porque me parece pertinente resaltar la característica del adolescente y que incluso podría extenderse hasta la juventud. Quiero agregar algunas ideas a modo de interpretación de esta frase. En relación al tiempo creo que lo que caracteriza al niño y al adulto es el tiempo presente. El niño vive el presente jugando y el adulto trabajando, ¿Pero qué hay del adolescente y en menor escala del joven? Estos se encuentran en un vaivén entre el tiempo futuro y pasado, sin tomar muy en cuenta el presente. Futuro porque se preocupa acerca de cómo se va a ver en algunos años y a partir de ello va a ir forjando sus acciones a seguir. Y pasado porque queda como recuerdo esos momentos de su niñez que mira con nostalgia y melancolía, recuerdos que estaban exentos de responsabilidades y lo único que le importaba en ese momento era divertirse y ser feliz. Pero ahora el adolescente se encuentra en una situación contradictoria y paradójica. No juega ni tampoco trabaja, ¿Qué es lo que puede hacer? Reflexionar estos dos aspectos.

Hay muchos adolescentes que prefieren omitir este periodo tan confuso y se lanzan a riendas y sabiendas a la vida adulta. Pensando que la madurez es un fin que todo ser humano debe alcanzar y mejor aún si es a más temprana edad. Pero en el fondo tratan de evitar ese momento de angustia y de incertidumbre que lo único que hace es crearles más problemas. O también influye mucho el entorno, que en vez de motivarlos los presiona para que puedan tomar una decisión lo más pronto posible, que a estas alturas reflexionar es una pérdida de tiempo y que lo que importa en este momento es el progreso y reconocimiento. Hay otro tipo de adolescentes que se aferran totalmente al pasado, que añoran con melancolía ese recuerdo feliz y perfecto que los marcó y que nunca más van a volver a pasar. Aunque ellos, de forma masoquista insisten en seguir  en este estadio y congelar el tiempo para poder permanecer en una felicidad absoluta aunque ilusoria.

Estos dos casos en la adolescencia no deberían de ser vistos de forma aislada. Me parece que en esta etapa se debe de tomar ambos aspectos, que los dos son imprescindibles para que el adolescente pueda desarrollarse de la manera más plena. Porque si por un lado se prefiere tomar solamente el futuro como un aspecto a seguir sin tener ninguna reflexión de por medio, pueden mantenerse algunos cabos sueltos que no pudieron ser resueltos en la infancia ni en la adolescencia y esos aspectos van a mantenerse de forma consciente o inconsciente por el resto de nuestras vidas llegando a imposibilitar el éxito total. O mejor dicho, a no poder satisfacer del todo el ámbito emocional de la persona y solamente el éxito profesional. En cambio, si sólo se vive en el pasado, aunque este caso es menos común, puede ocurrir el hecho de que la persona no pueda hacer una proyección del futuro y vivir de concepciones imaginarias que ya no existen en la realidad, ya que estos momentos idealizados dejaron de existir y se transformaron, porque lo que caracteriza a la sociedad es el cambio constante y el devenir de ella y la falta de adaptabilidad podría repercutir en una fracaso personal y vital.

Dicho todo ello, en esta etapa tan confusa que es la adolescencia, deben de tomarse en cuenta estos dos casos. Ya que uno no puede mirar o proyectarse al futuro si es que no se conoce a sí mismo, desde sus defectos y virtudes; desde sus problemas personales y de su entorno. A partir de ese autoanálisis que uno se hace puede reconocer sus cualidades o talentos que le va a permitir afrontar la adversidad y las responsabilidades cuando sea adulto. Luego de conocerse y ver sus intereses particulares va a poder proponerse metas y objetivos a largo plazo que puedan satisfacerlo.

Poniendo este ejemplo de la adolescencia, esto lo podemos trasladar a la cultura nikkei peruana. Esta se introdujo en el Perú de forma masiva desde el año 1899, es decir que ya se están cumpliendo los 114 años de los primeros inmigrantes que vinieron al Perú. ¿Pero por qué digo que nos encontramos en esta etapa? Porque la mayoría de estos inmigrantes lamentablemente han fallecido, es la ley de la vida, aunque quedan algunos en su minoría. En cambio, lo que caracteriza a la colectividad nikkei son los descendientes de ellos: La segunda, tercera, cuarta y hasta quinta generación. Entonces, la niñez, o sea los primeros inmigrantes se están extinguiendo. No obstante, hay cosas que todavía estamos manteniendo. Y ahora estamos entrando al proceso de la adolescencia que vienen a ser estas nuevas generaciones. A partir de este hecho ¿Hacia donde debemos dirigirnos? Difícil pregunta que responder porque esto requiere un cierto autoanálisis que no hemos podido desarrollarlo a cabalidad debido a una serie de factores sociales que voy a desarrollar a continuación.

La primera característica es que la mayoría de los inmigrantes que vinieron al Perú provienen de Okinawa y este lugar tiene una particularidad única con respecto a Tokio y a todo el territorio total del Japón. En esa época las personas de Okinawa se comunicaban con un lenguaje diferente al japonés común y corriente que se conoce, era un dialecto que con el tiempo se ha ido perdiendo pero que a su vez le dio esa peculiar identidad a los de ese lugar. De la misma manera la gastronomía y el tipo de trabajo que realizaban, este último se refiere a la agricultura. Entonces ¿Se podría decir que existía una cultura netamente japonesa o había más que todo una cultura donde predominaba lo okinawense? ¿Existían rencillas entre los de Okinawa, Tokio y el resto del territorio del Japón? Me parece que estas incógnitas deben de responderse para ver si como colectividad nikkei debemos tomar en cuenta sólo el aspecto regional y local de nuestros antepasados o si por el contrario, traspasar estas barreras locales y construir una visión de conjunto como identidad nacional del Japón. No estoy seguro si en esa época existía una fuerte unión nacional en el Japón como ocurre actualmente.

Otro aspecto que se debe tomar en cuenta es el periodo de la segunda guerra mundial y a este quiero prestarle mayor importancia porque creo que hay consecuencias que no se han podido analizar y reflexionar de la manera más minuciosa. En la segunda guerra mundial existían dos bloques que estaban en constante conflicto, el Japón estuvo aliado con Alemania e Italia, lo que se llamó Las Potencias del Eje. En el otro grupo se encontraban principalmente los Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otros países del resto del mundo, a este se les denominó Los Aliados. El Perú no fue ajeno a este conflicto y tuvo que tomar una posición como nación con respecto a qué bloque debía de pertenecer, al final terminó aliándose al bloque de Los Aliados. Resalto la palabra nación porque políticamente tomó posición con este bloque, aunque se sabe que en la sociedad peruana existieron grupos no nikkeis que no estaban de acuerdo y que más bien apoyaban al bloque de Las potencias del eje.

En consecuencia, la comunidad nikkei se vio afectada por este acontecimiento de escala mundial. Muchos japoneses y sus descendientes fueron deportados del país y se les envió a los campos de concentración en los Estados Unidos. Varios negocios de los nikkeis fueron destrozados debido al odio que sentían los peruanos hacia ellos, pensando que su país de origen, el Japón, les iba a invadir y les iba a quitar puestos de trabajo. Y aquí existe una paradoja en la misma comunidad nikkei, porque en ese momento de tensión tenían que tomar una posición con respecto a su identidad como colectividad. Difícilmente podían escoger una opinión intermedia o como se dice coloquialmente, no podían escoger los matices de color gris; tenían que escoger entre el blanco o el negro, o sea, entre identificarse como japoneses netamente o por el contrario como peruanos. Se presume que en ese momento la cultura no era vista como algo dinámico ni mezclado, sino como cerrada y estática. En ese entonces la comunidad nikkei no tuvo tiempo para poder reflexionar y tenían que adaptarse a la situación de la sociedad peruana, peor aún en la época de la segunda guerra mundial. Al final tuvieron que escoger de forma aparente y presionada esa identidad peruana. Se cerraron colegios de la comunidad nikkei y algunos que no fueron cerrados tuvieron que cambiarse de nombre;  hubo un proceso de transformación en la devoción religiosa, de una religión shintoista y budista se fue pasando a la religión católica en su mayoría de los miembros; el idioma japonés y el dialecto okinawense se fue perdiendo; a varios de los descendientes se les prefirió poner un nombre en castellano en vez de uno en japonés; hubo una amnesia total de las posteriores generaciones con respecto a la historia de los orígenes y su desarrollo de la comunidad nikkei; entre otras cosas.

Se trato de imponer una cultura que todavía ellos no podían asimilarlo de forma completa, en primer lugar porque varios de ellos provenían del Japón y como comunidad esta no estaba establecida desde hace mucho tiempo, pero debieron adaptarse a las circunstancias porque era la mejor manera de poder sobrevivir. Este aspecto de adaptación también debemos tomarlo con pinzas ¿Hasta qué punto la comunidad nikkei debe adaptarse a los requerimientos de la sociedad peruana y de la globalización sin llegar al extremo de alienarse? Me refiero con alienarse a la pérdida de control de uno mismo y al punto en que niega sus mismas características e identidades con el fin de convertirse en otra persona que no es. 

Otro acontecimiento que también es necesario reflexionar es acerca del fenómeno dekasegi. Este se refiere al proceso migratorio que hicieron miles de nikkeis hacia el Japón debido a la crisis económica que se dio a finales de los años ochentas con el gobierno de Alan García y a la crisis política generada por la violencia terrorista. Muchos hijos jóvenes y padres de familia tuvieron que irse al Japón para poder mejorar su situación económica a costa de dejar a sus familiares. Muchos de los nikkeis fueron criados por un solo padre o madre, e incluso algunos no se criaron con ellos. Los tíos y los abuelos tuvieron que reemplazar estas figuras paternas y maternas sin poder suplir del todo estos vacíos. El resultado es que se creó y se amplió una brecha entre estas dos generaciones imposibilitando una comunicación fluida y estable. Los hijos provenientes del fenómeno dekasegi tuvieron que aferrarse más a la sociedad y a las costumbres peruanas para poder cubrir aquellos vacíos dejado por sus padres. Nuevamente, no se pudo realizar un proceso de reflexión acerca de la misma comunidad, todo ocurrió tan rápido que el mismo tiempo diluyó esta incógnita y esta incertidumbre que se ha propagada hasta la actualidad.

Como último acontecimiento social que se debe tomar en cuenta, aunque no lo explicaré en este momento, porque es un aspecto que todavía se mantiene en la actualidad y requiere mayor complejidad de análisis es la insólita elección de Alberto Fujimori como presidente del Perú en la década de los noventa del siglo pasado. Este caso se asemeja con la época de la segunda guerra mundial pero en una menor escala. Porque en un inicio se trató de dividir a la comunidad nikkei por parte de la sociedad peruana forzándoles a que tomen posiciones extremas. Pero que con el tiempo estas se han ido apaciguando creando una cierta atmósfera de hermetismo en la misma comunidad nikkei. Ocasionando un silencio prolongado con respecto a este tema.

Finalmente, tomando en cuenta la premisa de la adolescencia, creo que como comunidad debemos de realizar un autoanálisis y reflexión que lamentablemente no hemos podido hacer anteriormente debido a lo que mencioné en todo el texto. Esta reflexión debe de ser de forma exhaustiva y paciente, tratando de ver retrospectivamente los orígenes, características y cualidades de nuestros antepasados para que así podamos conocernos más a nosotros mismos y ver que características se han mantenido en nuestra época. También conocer la realidad de la sociedad peruana, que creo que la mayoría ya lo conoce, aunque no está de más decirlo. Sólo así podremos proyectarnos como comunidad y tener un horizonte en común. Pero si existe un vacío o amnesia en el conocimiento de las generaciones actuales con respecto a sus orígenes y a sus antepasados, es muy difícil que podamos salir de este problema y por último, la comunidad nikkei poco a poco irá desintegrándose y tomando rumbos heterogéneos y accidentales como percibo que actualmente está pasando. Debemos tomar en cuenta esta vivencia y metáfora del adolescente, hacer un autoanálisis de su niñez, de su historia personal y colectiva y a partir de ello utilizar este conocimiento para crear un horizonte de sentido.


Eyan


[1] PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad, Postdata y vuelta al laberinto de la soledad (México DF, FCE, 1999), p.11.
[2] MORIMOTO, Amelia. Los japoneses y sus descendientes en el Perú (Lima, Congreso de la República del Perú, 1999).