miércoles, 11 de febrero de 2015

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Hay días en que el sol no ilumina aunque sea verano. 
No pretendo que todos los días aparezca,
no siempre me percato de su inexistencia.

Pero hay días donde uno realmente siente su ausencia,
el día no amanece como lo previsto,
el cielo está nublado,
todo es tinieblas. 

Es mi segundo cuarto de siglo,
el primero pasó como un vendaval,
un abrir y cerrar de ojos,
un soplo, 
efímero e inadvertido,
como si nada,
pasó mi cuarto de hora,
así me lo decía una canción.

La vida no siempre sale como uno lo espera.
El futuro, el presente que no llega, se me fue de las manos.
El futuro se saltó del presente y se convirtió en pasado:
dejé de vivir el momento.

El día transcurre y no siento al sol,
solo su timidez,
no quiere salir, 
no va a salir,
cae la noche,
se derrumban las esperanzas.

Me acuesto temprano,
quiero que acabe el día.
pero ya no soy un niño,
no puedo dormir,
la noche busca mi martirio,
así lo creo,
mas esta se presenta en todo su esplendor:
la luna llena y las estrellas iluminan el cielo oscurecido:
¿Quién dijo que el día se había acabado?
Pues sí, mas no el día de veinticuatro horas.

El sol aguardó hasta la noche
y se presentó a través de la luna.
La luz de la luna es el reflejo del calor del sol,
si no te ves a ti mismo,
mira tu reflejo a tu alrededor.

La luz tenue de la luna
pasa desapercibida en momentos de dicha,
mas cuando uno se encuentra en escombros,
aquella luz es suficiente para diferenciarse 
de las demás sombras.

Las estrellas: mis amigos y familiares, 
me dan ese brillo que algún día perdí.
¿Es necesaria la mirada del otro?
La soberbia no quiere aceptarlo,
especialmente cuando el sol dejó de brillar.

El fracaso es responsabilidad de uno mismo,
el éxito depende de uno y de los demás,
así lo escuché en varios discursos,
cero egoísmo, 
uno suma y uno resta.
El fracaso no depende de nuestra incapacidad,
sino de cerrar las puertas para ser ayudado.

El sol dejó de brillar
mas transmitió su calor a otros astros y planetas,
ustedes -amigos y familiares-,
me están entregando esa sonrisa y estima
que alguna vez yo les entregué.

No quiero sonar egoísta,
prometo devolverles la sonrisa cuando la necesiten,
a fin de cuentas, somos seres interconectados,
la sonrisa no es exclusiva, 
no es de uno ni de las parejas,
pertenece a la condición humana,
hay que circularla,
mas no como una mercancía.

Sin embargo,
en estos tiempos,
todo bien que abunda,
escasea.



Eyan

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