Las palabras y los días
Por Octavio Paz
Recordación
(...) Aunque el propósito de su viaje y de sus actividades era
esencialmente político, los Alberti se sentían incómodos entre los
intelectuales revolucionarios mexicanos. Era natural que les pareciesen un poco
arcaicos, rústicos y estrechamente dogmáticos. Todos ellos pertenecían a la
LEAR (Liga de Artistas y Escritores Revolucionarios), una agrupación que había
sido fundada a imagen y semejanza de otras similares que existían en Europa,
como las AEAR, de Francia y España. En aquellos años esas sociedades estaban a
punto de desaparecer, transformadas en Alianzas de Escritores Antifascistas
para la Defensa de la Cultura. Era el momento de los Frente Populares, la mano
tendida a demócratas burgueses y católicos, la amistad con Gide, Malraux,
Foster, Auden, Spender. En realidad, por su edad, su formación y sus gustos
estéticos, los Alberti se sentían más cerca del grupo de poetas de la revista
Contemporáneos –Pellicer, Novo, Villaurrutia, Gorostiza y otros- tildados por
los radicales de cosmopolitas, artepuristas y reaccionarios. Por esto no es
extraño que el libro de poemas que Alberti escribió en México a la memoria de
Sánchez Mejías fuese ilustrado por un pintor ajeno a las luchas ideológicas,
Manuel Rodríguez Lozano, y no por Siqueiros.
Las relaciones de Alberti
con los jóvenes eran más naturales. En una ocasión nos reunimos con él en el
bar. Cada uno de nosotros leyó uno o dos poemas. Alberti escuchaba con cortesía
aunque, hay que confesarlo, sus comentarios eran parcos y poco entusiastas. Cuando
llegó mi turno, vacilé: mis poemas no eran sociales ni combativos como los de
los otros sino más bien íntimos. Sentí un poco de vergüenza: de pronto me
pareció que leer aquellos textos era como incurrir en una confesión no pedida.
Alberti reparó en mi turbación. Al salir
me llamó aparte y me dijo: “En lo que escribes hay una búsqueda de lenguaje y
por eso tus poemas, en el fondo, son más revolucionarios que los de ellos. Tú
te propones explorar un territorio desconocido –tu propia intimidad- y no
pasearte por parajes públicos en donde no hay nada que descubrir”. No he
olvidado nunca esas palabras. ¿Las recordará Alberti?
Fuente: PAZ, Octavio. Las palabras y los días: Una antología introductoria. México, D.F. FCE. Pág. 89-90.
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