domingo, 1 de marzo de 2015

Éxitos vs te deseo buena suerte

-Te deseo buena suerte -le dijo la madre a su hijo.
-No, deséame éxitos, la otra palabra es para fracasados -respondió su hijo furioso.

La madre se quedó sorprendida por aquella respuesta, se sintió insultada, como si fuera un ataque personal -y peor aún que había salido de la boca de su propio hijo-, a partir de ese momento la madre dejó de utilizar ese saludo de despedida con él y con el resto, nadie sabía el porqué de aquel cambio, solo ella, pero no importaba lo que ella pensara, sino lo que ella tenía que comunicar al resto. Si saludar de esa manera la convertiría automáticamente en una persona de éxito, pues tenía que comenzar por cambiar aquel detalle pequeño, pues lo otro evidenciaría fracaso, debilidad y falta de voluntad; sin embargo, ¿realmente esto era así? Ella nunca se sintió una víctima de las circunstancias ni tampoco una heroína de los más necesitados, su vida había transcurrido tranquilamente, ni siquiera se había cuestionado su punto de vista sobre sí misma, pero ahora todo se venía abajo, una ligera angustia comenzó a introducirse en lo más profundo de su ser. Su frase favorita "la buena suerte", se despedía de ella triste, porque la había acompañado desde muy niña, la había protegido en aquellos momentos de ausencia, como un ángel de la guarda, silencioso, y ahora se iba de la misma manera, desapercibido, su vida perdía misterio y ahora todo se volvía hacia a ella: soy exitosa... creo que sí, pero... ¿y si no lo soy?- estas dudas comenzaron a incomodarla hasta los últimos días de su vida.

-Fragmentos de un diálogo creado para esta reflexión.


El lenguaje como construcción de realidades

La palabra, que forma parte del lenguaje, es una forma de comunicación que aparenta ser inofensivo por su carácter efímero e invisible. Los saludos de bienvenida y despedida son parte de una situación social rutinaria (¿automática?) y específica de la vida cotidiana; sin embargo, ¿la normalidad significa neutralidad? Uno pensaría que sí, que el lenguaje y el habla existen porque así se ha querido establecer, como si fuera algo natural, aparecen y desaparecen por el transcurrir del tiempo, como la vida de las personas. No obstante, en el lenguaje hay mucho de conflicto y poder, donde las palabras se van posicionando por una intencionalidad consciente e inconsciente (si se me permite utilizar el último término), nosotros no lo notamos porque no fallecen como las víctimas humanas, aquellas pueden revivir en muchas ocasiones, aunque muchas veces tardan años, décadas y siglos en reaparecer. Esta irreflexión por aquellos usos y desusos de las palabras y las frases se establecen en nuestro inconsciente colectivo y sentido común, un tesoro que todavía no hemos descubierto, pero que tiene mucho de nosotros -y a la vez no lo tiene- porque entregamos de nosotros y recibimos de extraños formas de ver el mundo. 

No puedo explicar históricamente el dicho "te deseo buena suerte", por eso me limitaré a mi experiencia personal de vida. Desde que tengo uso de razón, he escuchado repetidas veces decir a los adultos aquella frase. Tengo sensaciones muy agradables respecto a ello, cuando yo antes lo mencionaba a mis seres queridos, mi intención era de que ese "algo/alguien exterior" los proteja, era como generarles buenos augurios frente a la tan amplia y compleja realidad, que en muchas ocasiones se presentaba amenazante. Quizá, esta frase traiga consigo una visión del mundo, donde la insignificancia del individuo es evidente frente a la sociedad y al universo. Esta visión es característicos de las sociedades no antropocéntricas, anteriores a las sociedades modernas, donde no ha habido una hegemonización del uso de la razón en el imaginario de la población; sin embargo, yo creo que incluso en sociedades contemporáneas esta visión de lo supersticioso, místico y religioso todavía persiste. Por ejemplo, yo creo que en el siglo XX, se habría mencionado millones de veces la frase "te deseo buena suerte" para "proteger" a aquellos soldados que combatieron en las dos guerras mundiales. 

Ahora, en pleno siglo XXI, el grado de individualismo y estabilidad ha generado otro tipo de conciencia en las personas del día a día, el "yo puedo", "depende de mi" y "éxito" tiene una relevancia nunca antes vista. Los dioses y los ídolos se han humanizado, lo pasado es pasado y lo que importa es cómo uno se construye su destino: "yo soy el arquitecto de mi destino", "yo construyo mi propio futuro". Creo que esta forma de razonar ha generado un optimismo en el devenir de la humanidad, el nuevo camino por recorrer se presenta como una posibilidad favorable. Finalmente, el cielo ha llegado a la tierra, son buenas noticias ¿o no? Quisiera decir que sí, pero lo otro, lo paradójico y lo dialéctico empieza a surgir. El éxito, como concepto, forma de razonar y filosofía de vida se ha apoderado de nosotros. Si el éxito es una manera de probar nuestra individualidad, fuerza de voluntad, libertad  y capacidad de superación, ¿no podríamos llegar a ser víctimas de nuestras propias creaciones? Al final, sin darnos cuenta, caeríamos y estaríamos atrapados en este laberinto del éxito, donde probar nuestro éxito frente a los demás se vuelve una cadena para nosotros mismos. Si yo estoy en constante demostración de mi propio yo, eso evidenciaría que no soy realmente yo mismo, pierdo la espontaneidad, palabra que utiliza Erich Fromm como ejemplo del buen vivir. 

¿Qué es el éxito?

Según el DRAE, la primera acepción de éxito significa "el resultado feliz de un negocio, actuación, etc."; el segundo, "buena aceptación que tiene algo o alguien", y el tercero, "fin o terminación de un negocio o asunto" (http://lema.rae.es/drae/?val=%C3%A9xito). Como dice su significado, es el valor e importancia que se otorga al fin o resultado en sí mismo. En las últimas décadas, el éxito, como actividad de una persona, se ha trasladado a la persona misma. Esta idolatría a las personas exitosas ha generado una nueva visión del mundo. "Soy exitoso, luego existo". Se ha perdido lo más importante, el camino, el intento, el trayecto por la consecución de ese fin. El camino es largo, la sensación de tocar la meta es efímero, se ha invisibilizado lo otro, aquella persona que está en camino no es, no existe, no tiene relevancia social. El niño tiene que convertirse en adulto, las etapas se queman, el placer del aprendizaje en sí se ha tergiversado por el placer del resultado de aprender, los intereses reales se pierden. Los medios se dejan de lado por los fines, todo es fin. 

En el libro Ética y psicoanálisis, Erich Fromm analiza el concepto de medios y fines en la época contemporánea. A diferencia de mi punto de vista, él cree que en esta época hay una exagerada importancia a los medios, lo que ha generado que los fines se pierdan de vista: "La gente trabaja para hacer dinero, hace dinero para poder disfrutar con él cosas agradables. El trabajo es el medio y el goce el fin. Empero, ¿qué es lo que acontece en realidad? Los individuos trabajan con el fin de hacer más dinero, emplean este dinero con el fin de hacer más dinero aún, y el fin verdadero, el goce de la vida se pierde de vista..." (Fromm, 1953:210). En este caso, él explica muy bien esta prioridad por los medios en vez de los fines; sin embargo, yo considero que dice lo contrario en el libro El miedo a la libertad. Allí Fromm hace una crítica a la sociedad, al individuo y a la visión del éxito del siglo XX: "Todo ello significa que lo importante aquí es la actividad como tal, el proceso y no sus resultados. En nuestra cultura es justamente lo contrario lo que se acentúa más. Producimos no ya para satisfacción propia, sino con el propósito abstracto de vender nuestra mercadería (...). De este modo, se concede importancia al valor del producto terminado en lugar de atribuírsela a la satisfacción inherente a la actividad creadora. Por ello el hombre malogra el único goce capaz de darle la felicidad verdadera —la experiencia de la actividad del momento presente— y persigue en cambio un fantasma que lo dejará defraudado apenas crea haberlo alcanzado: la felicidad ilusoria que llamamos éxito (Fromm, 1985:288-289).

Considero que podríamos caer en el error si nos ponemos a establecer -a partir de un razonamiento lógico- cuáles son los fines últimos de la humanidad, ya que podríamos llegar al infinito, pero el concepto de medios y fines permite esclarecer la importancia que el ser humano le puede otorgar a la actividad a la cual se dedica. Espero que en otro momento pueda analizar este enigma de los medios y fines con mayor profundidad, ahora no es necesario. Para finalizar, es menester reflexionar nuestra vida cotidiana, ese estilo de vida rutinario, automatizado, que en última instancia, nos define más como personas que aquellos actos heroicos y excepcionales, el lenguaje es un factor que forma parte de ésta área de la vida. Esta lucha de lo invisible no es casualidad, nosotros producimos y reproducimos estos códigos dentro del sentido común. Si antes decías "buena suerte" y ahora "éxitos", espero que te preguntes por qué lo hiciste, no está mal que lo repitas, pero analiza con qué intención lo dices. A mí no me gustaría decir solamente "éxitos" porque siento que no aporto nada de mí al decírtelo, creo una barrera entre tú y yo; al contrario, quiero sentir humanamente que te estoy apoyando, por lo menos con las palabras, y si te digo buena suerte, no es porque crea en la existencia de un ser/cosa externa, extraña y superior que nos esté apoyando por acto de magia, pero por lo menos quiero que sepas que no estás solo(a) en este mundo para vivir el momento y al mismo tiempo, para hacer realidad tus sueños.

Te deseo lo mejor.

-Eyan

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